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Trinchera Inmunológica
Oscar González Ortiz

La falta de energía eléctrica dominical en la comunidad de Las Palmas operó como un bloqueo informativo estratégico; impidió la lectura anticipada del mensaje que informaba la cita en Caracas para asistir al trasplante de médula. Esta situación constituyó la primera línea de combate.

“La Profe”, educadora y comandante familiar, enfrentó así el inicial escollo sistémico que fue transformando lo cotidiano en campo minado para la supervivencia. Al lograr leer el mensaje, dio inició el reconocimiento vecinal, buscando apoyo con recursos en territorios compartidos de precariedad; la solidaridad, aunque presente en espíritu, encontró límites materiales; en esos instantes decisivos, la fe operó como puente táctico proporcionando los recursos mínimos mediante caminos inesperados.

El amanecer del lunes exigió movilización inmediata, transportar dos generaciones hacia Caracas implicaba vencer las barreras económicas iniciales. El autobús, vehículo colmado de esperanzas, representó el primer tributo pagado ante la batalla médica; la llegada al centro asistencial caraqueño marcó el despliegue de las fuerzas.
Ingresos, exámenes, protocolos y paciencia: La ciencia estableció su dispositivo de combate.

Simultáneamente, la Profe asumió la doble logística del frente: En Caracas, ejecutó operaciones de contención emocional y comunicación diaria a través del cristal de aislamiento mediante el celular, cada visita fue reconocimiento en territorio hostil. Paralelamente, mantuvo vigilancia remota con llamadas a Las Palmas para supervisar la retaguardia familiar: madre adulta mayor en silla de ruedas e hija con necesidades especiales. Esta dualidad exhibió las estrategias de múltiples frentes. 

La Profe encarnó la figura del ciudadano-soldado sanitario, combatiendo en primera línea mientras sostenía la retaguardia doméstica; la semana avanzó con la artillería pesada de la quimioterapia mientras se libraba la batalla de aprovisionamiento. Los “malabares” fueron táctica de supervivencia urbana, cálculos constantes de recursos menguantes y búsqueda de pertrechos alimenticios con negociación de costos de transporte. 

La ciudad continuaba su ritmo indiferente, mientras, tras los muros hospitalarios, se preparaba la ofensiva definitiva, cada traslado evidenció otra brecha estratégica que constituía obstáculos tácticos adicionales; este periplo del paciente y su acompañante ilustra la desconexión entre necesidad vital y soporte solidario. 

El desembarco de la médula.

El día “D” llegó cargado de simbolismo histórico; mientras la hermana donante ingresaba al quirófano, un nuevo parte de batalla sorprendió a la Profe: La exigencia de tres donantes de sangre ORH+; este requerimiento, en plena operación crítica, descubrió otra falla de retaguardia, la escasez de reservas sanguíneas transfiere a la familia movimientos de emergencia.
En ese instante preciso, la melodía “Niágara en Bicicleta" iluminó la realidad: “Pareciera que está prohibido enfermarse y no lo sabemos”. El dilema cotidiano es táctica de desgaste: “Medicamentos versus diagnósticos” o “Transporte versus tratamientos”. La enfermedad activa un sistema de obstáculos financieros y burocráticos que convierten a la salud  en campaña de supervivencia individual; esta realidad configura dos categorías de ciudadanía: quienes pueden enfermarse y quienes no deben ni pensarlo.

El calendario señalaba 23 de junio de 2025, víspera de la conmemoración de la Batalla de Carabobo, Día del Ejército y de San Juan Bautista, y se prepara la celebración de los símbolos patrios, en el quirófano comenzó otra batalla decisiva que parecía estar en sincronía casual con la historia, inició el trasplante y la paciente pasa a ser soldado de su propia guerra corporal.

En el fragor del combate, la Profe asumió como generala de un ejército heterogéneo; los médicos y enfermeras como infantería especializada y nosotros, que ya nos sentimos familiares, como cuerpo de intendencia emocional; además de la fe como servicio de inteligencia espiritual. 

La sala de operaciones fue el campo de Carabobo microscópico, allí no se enfrentó a fuerzas coloniales, se ora por la vida. La conmemoración patria externa adquiría otra visión. Mientras se preparaba la celebración institucional, a intramuros se demostraba el poder de la resistencia ciudadana no armada. La épica real se escribió bajo las luces quirúrgicas. La guerrera emergió con las heridas tácticas correspondientes a su combate. 

Sin embargo, la victoria inicial momentáneamente asegura la cabeza de playa, comenzó la fase de ocupación más delicada: La espera neutropénica, se requerirá de quince a treinta días donde su cuerpo sería territorio liberado pero indefenso. Neutropenia total: valores inmunológicos en cero absoluto. 
Este estado clínico es un toque de queda biológico, la paciente se transforma en ciudadana de zona de alto riesgo; su organismo, nación recién liberada pero sin fuerzas de ocupación y la habitación de aislamiento operará como territorio vigilado. Cada minuto implica negociación con amenazas microscópicas, este periodo refleja en escala corporal, la vulnerabilidad nacional postconflicto. 

Así como la guerrera aguarda que las nuevas células establezcan soberanía corporal, la ciudadanía espera que las instituciones reconstruyan la capacidad protectora. La neutropenia es metáfora orgánica de la indefensión sistémica, demuestra que la victoria inicial  abrirá la fase crítica de consolidación, exigiendo vigilancia permanente contra enemigos que aprovecharan cualquier resquicio. La espera, tanto en el cuerpo como en las personas que oramos, es el teatro donde se decidirá la paz duradera. Oremos a Dios por la victoria.
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