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La Cuenta Regresiva: Se fueron Sin Aviso

Por: Deisy Viana

Déjame contarte que esta semana, el calendario dejó de ser una secuencia de días y se convirtió en un espejo de la fragilidad humana. Personas que estaban, llenas de planes, proyectos, ilusiones, hoy ya no están. Algunos mayores, otros tan jóvenes que el adiós se siente como una injusticia. Una muchacha que vi crecer partió sin aviso, dejando dos pequeños sin su abrazo; un amigo con lo que parecía una simple virosis ya no nos podrá deleitar con su voz ni su alegría. Así, la vida se escabulle entre lo cotidiano y no nos damos cuenta.

¿Estamos realmente viviendo o simplemente postergando el vivir?

Cada cumpleaños lo celebramos como una suma más, cuando en realidad es una resta de tiempo. Nos aferramos a la idea de que tenemos el control, que podemos discutir hoy y reconciliarnos mañana, que podremos decir “te amo” después de terminar esa tarea pendiente. Que después haremos esa llamada telefónica, algún día nos reunimos, en cualquier momento haremos esa visita. Pero la vida no espera a que estemos listos y ese mañana tal vez nunca llegue.

La pregunta es ¿Y si hoy fuera tu último día?

¿Cuántas conversaciones conflictivas evitarías? ¿A quién abrazarías sin pensarlo? ¿Qué palabras dejarías de guardar? ¿Qué sueños dejarías de postergar?

La muerte no negocia con nadie ni con pobres ni con ricos. No pregunta si tus hijos están preparados, si hiciste testamento, si cumpliste tus metas. Llega, y todo se detiene sin derecho a un último selfie. Pero el dolor más agudo no es la pérdida en sí, sino el arrepentimiento por los momentos  no vividos.

Miles de personas en el mundo han dejado atrás a sus seres queridos con promesas de regreso, buscando futuro en otros territorios, llevando consigo el anhelo de darles “más” cosas de las que se pueden comprar con dinero. Sin saber que el “más” era simplemente "estar". Y cuando el fin les llegó, la distancia se convirtió en abismo y el sentimiento de culpa en herencia.

Vivir como si fuera el último momento... No se trata de vivir en miedo, sino en consciencia. De regalar tiempo de calidad y presencia real sin el teléfono en mano, mirando a los ojos cuando te hablan. De entender que lo único que realmente poseemos es el "ahora".

Ya no discutas, haz las paces con ellos.

Deja ir lo trivial, suelta las cargas.

Ríe con libertad, sin temor al qué dirán.

Dilo sin reservas, no te va a pasar nada por tu sinceridad.

Abraza, no postergues el perdón.

Vive, no acumules días a tu lista de tareas pendientes que tal vez no podrás concluir.

Quiero concluir con una verdad eterna:  “En su corazón el hombre traza su rumbo, pero sus pasos los dirige el Señor.” (Proverbios 16:9)

En nuestro afán por planificar el futuro, solemos trazar metas con pulso firme: trabajo, familia, éxito, estabilidad. Pero cada paso que damos, incluso aquellos que creemos tener bajo control, es guiado por una voluntad superior que ve lo que nosotros no vemos, no es una advertencia, es un susurro de amor que nos invita a disfrutar el hoy.

Es Dios diciéndonos que podemos soñar, sí... pero que también confiemos. Porque aunque el camino se vuelva incierto, aunque el mañana parezca lejano o amenazante, Él está diseñando cada trayecto con propósito eterno. Esta verdad consuela cuando la muerte nos sorprende y la vida nos sacude: no caminamos solos, ni partimos sin dirección.

La reflexión entonces es esta: ¿estamos viviendo conforme al rumbo que hemos trazado… o estamos dejando que Dios nos dirija hacia aquello que da sentido verdadero a la vida? Tal vez sea momento de soltar los mapas humanos y aferrarse a la brújula divina decididos a "amar más" sin las preocupaciones del mañana ni los arrepentimientos del pasado cuando juzga las ausencias.

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