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¿Qué estamos criando? Generación de Cristal

Por: Deisy Viana

Déjame contarte que era una tarde cualquiera en un parque de aquí, cuando el silencio fue interrumpido por un grito desgarrador. No era dolor físico, ni una caída. Era un niño, de no más de ocho años, que entró en una crisis de histeria porque su madre le pidió el celular. El berrinche fue tan intenso que, para evitar la escena, ella se lo devolvió. A pocos metros, otro niño arrancaba los afiches de una cartelera informativa. La maestra, impotente, observaba sin intervenir: “Si lo regaño, los padres me denuncian”, murmuró.

Estas escenas ya no son excepcionales. Son el reflejo de una generación que crece sin límites, sin autoridad, y sin guía, son emocionalmente débiles dónde todo debe ser suavizado porque todo es "ofensivo" incluida la verdad. Son una generación con acceso ilimitado a la tecnología, apantallas, pero sin acceso al autocontrol, al razonamiento y la reflexión.

Se les llama “generación de cristal” por su sensibilidad extrema, pero también por su capacidad de romper normas con facilidad. Son niños que insultan sin pudor, que exigen sin gratitud, y que creen que el mundo debe girar a su alrededor. Su vocabulario está plagado de expresiones que antes eran exclusivas de adultos, y su tolerancia a la frustración es prácticamente nula.

Los padres, en muchos casos, no son cómplices por maldad, sino por miedo. Miedo a repetir la dureza de su propia infancia. Miedo a ser juzgados. Miedo a que sus hijos “no los quieran”. Pero en ese intento de darles todo lo que ellos no tuvieron, están quitándoles lo que más necesitan: límites, estructura, y responsabilidad.

Las redes sociales se han convertido en el principal educador emocional de muchos niños. Existen plataformas e influencers que dictan cómo deben vestir, hablar, reaccionar. Sin supervisión, estos espacios moldean mentes en desarrollo con valores efímeros, retos peligrosos y modelos de conducta que glorifican el ego y la irreverencia.

¿Dónde están los adultos? Muchos están presentes físicamente, pero ausentes emocionalmente. El celular se ha vuelto el nuevo chupón, el calmante universal, el sustituto de la conversación, la niñera o el mejor amigo. 

 ¿Qué sociedad estamos sembrando?

Si esta tendencia continúa, dentro de 20 años podríamos tener una sociedad donde la empatía sea escasa, el respeto una rareza, y la autoridad un concepto obsoleto. Jóvenes incapaces de enfrentar la frustración, adultos que no saben trabajar en equipo, ciudadanos que creen que todo se les debe.


La permisividad no es libertad. El libertinaje no es desarrollo. Y el amor sin corrección no es amor, es abandono disfrazado.

¿Qué podemos hacer?

- Recuperar el rol de padres: No somos amigos de nuestros hijos, somos sus guías.

- Establecer límites claros: Decir “no” también es una forma de cuidar.

- Supervisar el contenido digital: No todo lo viral es sano.

- Fomentar el respeto y la gratitud: Valores que no pasan de moda.

- Educar con el ejemplo: Los niños aprenden más de lo que ven que de lo que se les dice y el ejemplo es el argumento más convincente.

“El que detiene el castigo, a su hijo aborrece; mas el que lo ama, desde temprano lo corrige.”  es un proverbio (13:24) bíblico de muchos otros que nos orienta en cómo educar, orientar y criar a nuestros niños. 

Porque amar no es consentirlo todo. Amar es formar, corregir, y preparar para la vida. Y si no lo hacemos hoy, mañana será demasiado tarde, como dice el refrán popular: cría cuervos y te sacarán los ojos.

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