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Como el cuento del gallo pelón.

¡Ajá! Ya declaramos el abandono de cargo de Maduro, que ya no es presidente aunque siga en Miraflores y siga gobernando como si nada, y ahora, esta declaración se hará efectiva en las calles, con la presión de nuestro pueblo ¡Calle, calle y más calle! Así que este 23 de enero, saldremos todos a acabar, de ooootra vez por todas, con el gobierno de Maduro, que de paso es colombiano –declaraban eufóricos los dirigente de oposición.
El 23 era la cosa y ya estamos a 25 y mire usted, aquí no pasó nada más allá de la vergüenza que habrían pasado los convocantes si tuviesen un poco de ídem, pero no.
La convocatoria era para las nueve, y a golpe de 11, en Parque Cristal, su emblemático punto de encuentro, solo había tres gatos -ni siquiera 4-. De aquellos enjambres de señoras furibundas vestidas de marcha, con viseras años 70 y kanguros amarrados a lo que fue una vez la cintura, no quedaba nada, sólo Gladys y su marido Ramón, que ya no sabe bien dónde está parado así que Gladys lo pone dónde le dé la gana, “ahí, Ramón, con el afiche de Leopoldo en una mano y la bandera 7 estrellas en la otra y ¡ni un paso atrás!”
A las 12 no habían llegado ni los venderores de gorritas tricolor y esas estampitas de la Virgen Dorada de Altamira secando sus lágrimas con la bandera siete estrellas que se vendían tanto. “¡Calle, calle, calle!” –tuiteaban en señal de apoyo algunos desde sus casas.
En el mundo virtual, las tendencias tuiteras indicaban al incauto que Bello Monte, Parque Cristal y Plaza Venezuela eran un hervidero libertario. Pero la realidad les derrumbó el engaño. Las páginas web más opositoras, esas que marcan tendencia, solo pudieron marcar la tendencia al desánimo y la frustración con titulares que decían: “Poca asistencia a la convocatoria”.
En ese mismo mundo virtual, muchos de los que una vez fueron marcharines antichavistas, insultaban a sus dirigentes endilgándoles carencia de pelotas, dedicándoles insultos y otras de esas bellezuras que hasta hace poco se reservaban solo para nosotros los chavistas ¡No creemos en nadie, cuerda de vendidos jalabolas! Parecía ser el lema.
Mientras tanto, Leopoldo López, desde el atroz confinamiento al que está sometido por esta dictadura, ese cruel aislamiento que le niega hasta un papel y un lápiz para poder escribir sus memorias, desde unas oscuras mazmorras Leopoldo, tuiteaba directrices, que disfrazadas de frases de autoayuda, mandaban a sus seguidores a arriesgar sus pellejos para tumbar al gobierno.
Ese riesgo que siempre deben asumir otros, ese que Leopoldo escurre a sus seguidores y que éstos escurren al pueblo, entendiendo como pueblo ese poco de niches muertos de hambre que no sé por qué aún no han vuelto a hacer un Caracazo para tumbar al gobierno, pero allá bien lejos por donde ellos viven, y en Miraflores, claro, que no se les ocurra venir para acá… Pero no hay tantos pobres pendejos para hacerle el riesgoso mandado a esta cuerda de sifrinos acostumbrados a que todo se lo hagan.
El único riesgo lo corrió ese día el heladero de Centro Plaza, que llenó su carrito más de lo habitual contando con la sed de los marcharines antichavistas. Se le vio regresar, arrastando los pies y el carrito: “¡No joda, en esa vaina no hay nadie!”.
Nadie va a marchar porque cada marcha era la última, y nunca lo fue, como el cuento del gallo pelón, como aquella última cola que los llevó a votar por cualquiera, hasta por un pran votaron por andar creyendo en las promesas de los adictos a la mentira. Ya nadie marcha en la oposición porque sus dirigentes, por mucho que digan, ya no les dicen nada.
Y en esa nada se pelean los liderazgos, Leopoldo con sus tuits, Ramos Allup y sus lenguaradas, Freddy Guevara, soplando el bistec, y Capriles, el otrora Flaco bello, convertido en la nada, tal como lo advirtió Chávez. ¡Ah! y Borges, con su nulidad tan nula que invita olvidarlo. Y Chuo Torrealba en medio buscando cómo sostenerse del hilito del que está colgando. ¡Todo un éxito!
Y hablando de éxitos, tras el fracaso de la marcha, Capriles, genial como siempre, declaró que ésta era la última acción anunciada, que las próximas serían inesperadas. Inesperada fue la colota en la que se quedó atrapado un gentío que iba a su trabajo, o a buscar a sus niños al cole, o que iba a parir, o a recibir atención médica, o ver a su mamá y no pudo porque Capriles, genial como siempre -repito-, con dos decenas de personas y una pancarta, inesperadamente cerraron la autopista Francisco Fajardo. ¡Tiembla Nicolás!
Esa tarde, Maduro se fue a Santo Domingo, como si nada, a la cumbre del Celac.
CAROLA CHÁVEZ
carolachavez.wordpress.com
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