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Bolívar en la encrucijada del algoritmo

Oscar González Ortiz

Un comunicado incendiario acusa de robo de petróleo y tierras al Estado venezolano. Al día siguiente, un periodista anuncia que en el discurso presidencial de las nueve de la noche se declarará la guerra a la República Bolivariana de Venezuela. La noticia, virus digital, infectó a un sector de la población, provocando efervescencia, incluso festejos en ciertos grupos. Esta reacción plantea la siguiente interrogante: ¿Por qué elegir precisamente el día que conmemoramos el paso a la eternidad de Simón Bolívar? La fecha no es un detalle menor, es un símbolo cargado de significado independentista y antiimperialista.

La historia de los pueblos suele escribirse con tinta del sacrificio, mientras intentan redactar con el ruido ensordecedor de las redes sociales, el reciente episodio de angustia colectiva, nacido de comunicados incendiarios y vaticinios de conflicto armado, revela una faceta perturbadora de la realidad contemporánea. Resulta paradójico que, precisamente en esta fecha, el espacio digital se transformara en campo de batalla psicológico. 

Aquella jornada, marcada por la expectativa de una guerra inminente, terminó diluyéndose en el saludo navideño y asignación de bonificaciones, dejando tras de sí rastro de confusión y alivio amargo. Los mismos que festejaban minutos antes, quedaron desconcertados. La guerra prometida fue un fantasma, Venezuela ni siquiera fue nombrada; entonces, la pregunta se transforma: ¿Qué pasó aquí realmente? El episodio revela un teatro complejo, detrás podría estar el pulso de corporaciones petroleras internacionales, cuyos intereses chocan con la soberanía nacional. Este fenómeno permite analizar cómo los corsarios modernos ya no sólo buscan el crudo bajo la tierra, también intentan colonizar la estabilidad mental del ciudadano. 

El petróleo y los recursos minerales pertenecen por derecho natural a quienes habitan este suelo soberano. La soberanía reside en la autodeterminación y en la capacidad de discernir entre la información veraz y manipulación diseñada por intereses transnacionales. Los grupos que promueven intervenciones y lobbys en el extranjero parecen olvidar que la paz es el único camino para la construcción de la dignidad nacional, o eventualmente para su reconstrucción. 

Frente a este panorama, es momento de manifestación clara de conciencia. Ningún venezolano auténtico puede desear la guerra en la tierra que libertó Bolívar. Nuestros recursos minerales, petróleo y tierras son patrimonio nacional. No seremos colonia otra vez. La soberanía del pueblo, ese principio por el que luchó el Libertador, es una línea roja. En este teatro de lo virtual, donde las palabras son armas y los símbolos se manipulan, sólo una certeza es absoluta: la soberanía se defiende con memoria y unidad. ¡Bolívar vive…vive…vive!

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