Tu Portal de Noticias

 


YO SOY FULANO DE TAL

Por Deisy Viana

#DéjameContarte que la mezcla de ego y poder pueden llegar a ser fatales para desarrollo de cualquier actividad que implique la práctica del liderazgo o relaciones sociales de cualquier índole, donde la conducta termina siendo inducida por la pura satisfacción de poseer el dominio para decir humildemente hablando: y me siento orgulloso de ser así!

Es la vana alimentación de una estima que llega al nivel narcisismo paseándose por el complejo de superioridad; se trata de personas con cualidades como la confianza y la seguridad en sí mismos que por eventos circunstanciales alcanzados gracias a una cuota de poder, tal vez por un cargo, un ascenso, una profesión, posición política o nivel adquisitivo lograron transformarse en seres arrogantes y prepotentes, olvidando así su lugar de proveniencia.

Este comportamiento, según especialistas del campo de la psicología, es definido como el síndrome de hibris, un trastorno emocional que padecen muchas personas cuando tienen la potestad de  ejercer el poder en cualquiera de sus formas. Es aquí donde se ajusta aquel dicho del saber popular: "el poder enferma", sin embargo hay quienes piensan que cada uno es como es, pero basta otorgarles una cuota de poder para saber de verdad quiénes son.

Cuando alguien ocupa una posición alta en cualquier eslabón de alguna jerarquía o escala organizacional, ésta conducta tiende a hacerse común,  y se  hace mayor si la gente del entorno del egocentrista trastornado se siente minimizada y susceptible por lo que terminan, elogiando y adulando para ganar favores avalando todo lo que el enfermo de poder hace sin importar que sus acciones sean incorrectas, incoherentes o injustas.

Tanta pleitesía hace creer al enfermo de hibris que tiene autoridad suficiente para tomarse atribuciones que no son de su competencia, maltratar a otros discriminándoles y minimizándoles al publicar en medio de sus frases los trofeos que sustentan aquella posición, exponiendo su trayectoria curricular, capacidad económica o lo que es peor, aplicando el "efecto halo" para atribuirse las cualidades de las personas que estando tal vez en un nivel superior le han brindado confianza. Es allí donde salen a relucir "los padrinos", yo soy fulano de tal, trabajo para fulano de tal, y soy amigo de fulano de tal...

La sensación de poder actúa como una especie de droga que tiende a generar dependencia y adicción, entonces la persona adicta al poder se valdrá de todo para mantenerse siempre en ventaja, atropellos, injusticias, trampas, negocios turbios, entre otros; con tal de continuar percibiendo esa sensación de ser la máxima autoridad y todopoderoso, el último refresco en el desierto. Hasta que una situación de esas que parecen poco probables toca los cimientos del ego y éste se derrumba llevando a la persona trastornada a una situación de depresión para tocar el fondo.

Por lo tanto, lo que le da valor a alguien no es cuánto tenga, ni dónde está, de quién es amigo, o cuánto ha logrado, de nada sirve decir "yo soy fulano de tal" si al final de cuentas polvo somos y al polvo volveremos; en la vida todo pasa, todo es circunstancial, como diría el Rey Sabio: todo es vanidad.

Artículo Anterior Artículo Siguiente