La paz como estrategia revolucionaria
Oscar González Ortiz
En un mundo fracturado por conflictos armados, sanciones económicas y tensiones geopolíticas, el pensamiento de Hugo Chávez emerge como un faro de lucidez estratégica. Su insistencia en la paz fue una posición profundamente revolucionaria. Para comprender su visión, es necesario realizar un ejercicio académico que integre las enseñanzas de Simón Bolívar, las orientaciones pedagógicas de Simón Rodríguez y hasta los postulados de Carl von Clausewitz, quien afirmó que «la política es la continuación de la guerra por otros medios».
Esta tríada conceptual permite descifrar por qué estudiar a Chávez es una necesidad geopolítica. Bolívar, el estratega militar que forjó naciones, entendió que la verdadera independencia además de consolidarse en el campo de batalla, se requería la capacidad de construir instituciones justas. Rodríguez, el maestro visionario, enseñó que sin educación crítica no hay soberanía posible. Clausewitz, el teórico prusiano, reveló que los conflictos bélicos son extensiones de disputas políticas. Chávez sintetizó estas tres dimensiones: su lucha fue militar en su juventud, pedagógica en su ejercicio de gobierno y profundamente política en su comprensión del poder.
La geopolítica de la paz en tiempos de guerra
Mientras el mundo observa casi sin preocupación los conflictos Rusia-Ucrania, Palestina, Myanmar y África, Estados Unidos y China libran una guerra comercial silenciosa, la República Bolivariana de Venezuela enfrenta sus propias batallas: guerra económica orquestada, asedio financiero, y ahora la tensión artificial alrededor del Territorio Esequibo. En este contexto, resurge una pregunta: ¿por qué sectores dentro del propio país siguen pidiendo sanciones e intervenciones, como si no comprendieran que eso significa más sufrimiento para el pueblo?
Chávez lo advirtió: el imperialismo no necesita invadir con tanques cuando puede estrangular economías, manipular divisas y dividir a naciones desde adentro. El llamado a la paz formulado por el Comandante no era pasividad, establecía una estrategia de resistencia. En escenarios donde la guerra se libra a través de mercados financieros, medios de comunicación y ciberataques, la paz se convierte en el campo de batalla más importante. Por eso estudiar su pensamiento es urgente: porque enseñó que, en el siglo XXI, la soberanía se defiende con inteligencia económica, con unidad política y, sobre todo, con la capacidad de mantener la calma ante la provocación constante.
Los venezolanos tenemos hoy una disyuntiva histórica: repetir los errores de otras naciones que cayeron en la trampa de los conflictos internos alimentados desde el exterior, o construir un camino propio donde las diferencias políticas no sean sinónimo de destrucción mutua. Las enseñanzas de Bolívar sobre la unión, las advertencias de Rodríguez sobre la alienación cultural y la visión de Chávez sobre la multipolaridad conforman un manual de supervivencia nacional.
Amar la paz no significa evitar el conflicto, sino transformarlo. No implica silenciar las diferencias, establezcamos mecanismos para resolverlas sin destruir la patria que todos, al final, compartimos. En este sentido, el legado de Chávez sigue interpelándonos: en un mundo en llamas, mantener la serenidad puede ser el acto más subversivo