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Botellones llenos. La imagen del camello

 Oscar Humberto González Ortiz

 

La sombra de lo venidero se proyecta con perfiles cada vez más nítidos, y en ellos destacan tres desafíos entrelazados: lo energético, alimentario y ambiental. Entre estas amenazas potenciales para la humanidad, la escasez hídrica emerge con una urgencia particular. La imagen recurrente de sed, del preciado líquido que se agota, genera ansiedad colectiva. Esta inquietud la encontramos en la comparación popular que a veces escuchamos: “parecemos camellos”.

La referencia al camello, animal emblemático de la aridez, no es casual. Contrario a la creencia extendida, sus jorobas no almacenan agua, están conteniendo grasa; su verdadero prodigio reside en la fisiología extraordinariamente eficaz para conservar cada gota, permitiéndole sobrevivir semanas sin beber el vital líquido. La comparación humana, entonces, no alude a una reserva interna, es una resistencia forzada, a una adaptación dolorosa: la “carencia”. Ya es muy común no tener agua en determinadas comunidades.

¿Estaremos siendo empujados a desarrollar una “fisiología social” de la escasez hídrica? ¿A normalizar la privación como el camello normaliza el desierto? Existen elementos fundamentales que, por su misma esencia, parecerían inmunes al mercado: el aire que respiramos y el agua que sustenta la vida; éstos constituyen la base material de la existencia, derechos compartidos e inalienables, bienes comunes por excelencia que pertenecen al patrimonio colectivo de la humanidad y de los ecosistemas.

Sin embargo, la realidad cotidiana desafía esta premisa aparentemente incuestionable. Tomemos el caso del aire, elemento vital que incluso inspiró melodías clamando su necesidad. Experimentar la sensación de que el aire falta, de que respirar cuesta, es una metáfora física de una asfixia social; esta sensación se agudiza ante prácticas que envenenan el bien común, como las recurrentes quemas en los bordes de las autopistas o en las serranías de San Juan de los Morros en ciertas épocas.

¿Quién ordena el fuego que contamina el aire de todos? ¿Qué intereses se esconden tras este humo que se convierte, lamentablemente, en “la orden del día”? Es una agresión directa al derecho colectivo más básico, transformando el aire puro, gratuito y común, en un lujo o en un riesgo para la salud pública.

El precio de la gotera: Cuando el bien común gotea hacia el mercado

 Y si el aire se enrarece, el agua sigue un camino paralelo hacia la mercantilización; la situación es palpable en numerosas zonas, incluso en la misma capital. Allí, para muchos ciudadanos, el acceso al agua potable es una quimera. El resultado es una dependencia costosa y agotadora: el pago mensual del condominio aumenta significativamente con el rubro constante de cisternas de agua, servicio esencial convertido en gasto recurrente. A esto sumemos la carga presupuestaria de los botellones de agua potable, imprescindibles para el consumo diario, que deben ser meticulosamente contabilizados como un artículo doméstico más.

Estos datos, no son curiosidades económicas. Estaremos presenciando, de manera tangible, la conversión de un elemento fundamental para la vida en mercancía sujeta a las leyes de la oferta-demanda y, con frecuencia orientada en algunos espacios a la especulación. El agua, bien común por naturaleza, empieza a cotizar en el mercado de la supervivencia. Este proceso genera suspicacias y preguntas. ¿Existen acuerdos de “negocios del agua”, que se benefician de la crisis dentro de los mismos sistemas de distribución o gestión en urbanizaciones y condominios?

La memoria colectiva rescata iniciativas pasadas como las “mesas de agua”, espacios de organización vecinal que surgieron precisamente para enfrentar fallas sistémicas en el suministro. ¿Fueron sólo un movimiento social reactivo o el embrión de una gestión comunitaria alternativa frente a la inoperancia encubierta?

La historia demuestra que los conflictos por recursos esenciales marcan la geopolítica. Si la lucha por territorios es una constante, ¿estamos inexorablemente abocados a un futuro en el cual los conflictos, grandes y pequeños, se libren por el control del agua? Es de hacernos la siguiente pregunta: ¿Será el futuro hidrológico un espejo de injusticias pasadas, donde la sed se convierta en el campo de batalla? Mientras tanto, la mirada se dirige hacia el cosmos, buscando respuestas desesperadas: ¿Hay agua en Marte o en la Luna? La exploración espacial busca recursos extraterrestres, una búsqueda fascinante pero que no debe distraernos de la imperiosa necesidad de proteger y gestionar con justicia el agua que ya tenemos, aquí, en nuestro frágil planeta azul.

La innovación no está en hallar agua lejos, garanticemos que aquí, en la Tierra, siga siendo un derecho, no un privilegio sujeto a la cotización del día; el desafío profundamente político: cómo defender lo común en un mundo que insiste en ponerle precio a la vida misma.

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