Botellones llenos. La imagen del camello
La sombra de lo venidero se
proyecta con perfiles cada vez más nítidos, y en ellos destacan tres desafíos
entrelazados: lo energético, alimentario y ambiental. Entre estas amenazas
potenciales para la humanidad, la escasez hídrica emerge con una urgencia
particular. La imagen recurrente de sed, del preciado líquido que se agota,
genera ansiedad colectiva. Esta inquietud la encontramos en la comparación
popular que a veces escuchamos: “parecemos camellos”.
La referencia al camello,
animal emblemático de la aridez, no es casual. Contrario a la creencia
extendida, sus jorobas no almacenan agua, están conteniendo grasa; su verdadero
prodigio reside en la fisiología extraordinariamente eficaz para conservar cada
gota, permitiéndole sobrevivir semanas sin beber el vital líquido. La
comparación humana, entonces, no alude a una reserva interna, es una
resistencia forzada, a una adaptación dolorosa: la “carencia”. Ya es muy común
no tener agua en determinadas comunidades.
¿Estaremos siendo empujados a
desarrollar una “fisiología social” de la escasez hídrica? ¿A normalizar la
privación como el camello normaliza el desierto? Existen elementos
fundamentales que, por su misma esencia, parecerían inmunes al mercado: el aire
que respiramos y el agua que sustenta la vida; éstos constituyen la base
material de la existencia, derechos compartidos e inalienables, bienes comunes
por excelencia que pertenecen al patrimonio colectivo de la humanidad y de los
ecosistemas.
Sin embargo, la realidad
cotidiana desafía esta premisa aparentemente incuestionable. Tomemos el caso
del aire, elemento vital que incluso inspiró melodías clamando su necesidad.
Experimentar la sensación de que el aire falta, de que respirar cuesta, es una
metáfora física de una asfixia social; esta sensación se agudiza ante prácticas
que envenenan el bien común, como las recurrentes quemas en los bordes de las
autopistas o en las serranías de San Juan de los Morros en ciertas épocas.
¿Quién ordena el fuego que
contamina el aire de todos? ¿Qué intereses se esconden tras este humo que se
convierte, lamentablemente, en “la orden del día”? Es una agresión directa al
derecho colectivo más básico, transformando el aire puro, gratuito y común, en
un lujo o en un riesgo para la salud pública.
El precio de la gotera:
Cuando el bien común gotea hacia el mercado
Y si el aire se enrarece, el agua sigue un
camino paralelo hacia la mercantilización; la situación es palpable en
numerosas zonas, incluso en la misma capital. Allí, para muchos ciudadanos, el
acceso al agua potable es una quimera. El resultado es una dependencia costosa
y agotadora: el pago mensual del condominio aumenta significativamente con el
rubro constante de cisternas de agua, servicio esencial convertido en gasto
recurrente. A esto sumemos la carga presupuestaria de los botellones de agua
potable, imprescindibles para el consumo diario, que deben ser meticulosamente
contabilizados como un artículo doméstico más.
Estos datos, no son
curiosidades económicas. Estaremos presenciando, de manera tangible, la
conversión de un elemento fundamental para la vida en mercancía sujeta a las
leyes de la oferta-demanda y, con frecuencia orientada en algunos espacios a la
especulación. El agua, bien común por naturaleza, empieza a cotizar en el
mercado de la supervivencia. Este proceso genera suspicacias y preguntas.
¿Existen acuerdos de “negocios del agua”, que se benefician de la crisis dentro
de los mismos sistemas de distribución o gestión en urbanizaciones y
condominios?
La memoria colectiva rescata
iniciativas pasadas como las “mesas de agua”, espacios de organización vecinal
que surgieron precisamente para enfrentar fallas sistémicas en el suministro.
¿Fueron sólo un movimiento social reactivo o el embrión de una gestión
comunitaria alternativa frente a la inoperancia encubierta?
La historia demuestra que los
conflictos por recursos esenciales marcan la geopolítica. Si la lucha por
territorios es una constante, ¿estamos inexorablemente abocados a un futuro en
el cual los conflictos, grandes y pequeños, se libren por el control del agua?
Es de hacernos la siguiente pregunta: ¿Será el futuro hidrológico un espejo de
injusticias pasadas, donde la sed se convierta en el campo de batalla? Mientras
tanto, la mirada se dirige hacia el cosmos, buscando respuestas desesperadas:
¿Hay agua en Marte o en la Luna? La exploración espacial busca recursos
extraterrestres, una búsqueda fascinante pero que no debe distraernos de la
imperiosa necesidad de proteger y gestionar con justicia el agua que ya
tenemos, aquí, en nuestro frágil planeta azul.
La innovación no está en
hallar agua lejos, garanticemos que aquí, en la Tierra, siga siendo un derecho,
no un privilegio sujeto a la cotización del día; el desafío profundamente
político: cómo defender lo común en un mundo que insiste en ponerle precio a la
vida misma.