Perpestivas
Brindemos por la salud
Oscar Humberto González Ortiz
El ritual de chocar los vasos pronunciando “¡Salud!” trasciende la cortesía, es una afirmación colectiva que manifiesta el deseo compartido de bienestar integral. Ese gesto convierte la salud en un estado emocional comunitario, y sentimiento de plenitud que celebramos juntos. Sin embargo, al buscar recuperarla en centros públicos, la experiencia suele desdibujar esa celebración: Saturación en determinados servicios, medicamentos esenciales se convierten en bienes de lujo, costos de exámenes resultan prohibitivos para la mayoría de los pacientes, escasez de insumos o lentitud burocrática generan frustración profunda. ¿Quién responde por el resonador magnético averiado, en un hospital público?
La historia de la salud pública en Venezuela teje paradojas profundas. La letra de una melodía musical popular pinta una radiografía exacta de la realidad actual: no me digan que los médicos se fueron, no me digan que no tienen anestesia y el alcohol se lo bebieron. Los sistemas de salud público y privado coexisten en una misma geografía, pero habitan siglos distintos; mientras la red privada avanza con tecnología, la pública se sumerge en un retroceso histórico. Este fenómeno no es simplemente una desigualdad, es una regresión temporal.
Durante la guerra de Independencia, la medicina era un acto de heroísmo: cirujanos como José María Vargas, con recursos mínimos, atendían heridos, improvisando soluciones; la carencia de recursos médicos era la norma. Hoy, la imposibilidad de encontrar un resonador magnético operativo en un hospital público revive aquellas épocas de desamparo. La consecuencia inmediata es una migración forzosa de los pacientes hacia soluciones desesperadas o dirigirse al sistema de salud privado.
Paralelamente, está surgiendo una peligrosa tendencia: La automedicación guiada por internet o inteligencia artificial constituye el equivalente moderno del curandero de pueblo, representa un acto de fe en algoritmos, remplazando la consulta profesional; incluso el retorno a las hierbas medicinales puede ser riesgoso sin orientación.
La solidaridad se convierte entonces en el nuevo protocolo de emergencia, las rifas de cajas de cerveza o paquetes de harina son mecanismos de financiamiento colectivo ante la abdicación del sistema público. La melodía: y el hilo de coser…, recordándonos que lo esencial a menudo se agota cuando más se necesita. La salud, ese hilo invisible en la bonanza, pero indispensable en la crisis, pensar en ella no es pesimismo, es conciencia de vulnerabilidad compartida.