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La percepción como batalla por la paz

Oscar González Ortiz

La paz, más que una tregua, se transforma en distintivo, prenda de alta costura que todos desean lucir. ¿Pero quién, en realidad, la determina? ¿La paz está de moda? La coexistencia humana es un caleidoscopio de miradas; dos seres humanos frente a un mismo suceso, anclados en distintos puntos geográficos o emocionales, expresan relatos disímiles. La historia nos recuerda a los antiguos griegos, quienes ya debatían sobre la percepción, ese fenómeno sutil que nos hace coexistir en el mismo instante, pero en universos paralelos. 

Un ejemplo lo tenemos cuando coloqué en una red social un panal de abejas en la cima de un Samán. Esa foto fue descrita de formas tan variadas por los seguidores, como culebra, avispas o nido, lo que ilustra esta disonancia: la imagen es única, las interpretaciones son múltiples, divergentes, hasta contradictorias. No es lo mismo la visión —el simple acto fisiológico de ver— que la percepción, el proceso cognitivo que interpreta esa información sensorial a través del filtro de experiencias, cultura, creencias y ángulos personales.

Si la simple identificación de un objeto genera tales divergencias, imaginen la discordancia en la interpretación de hechos políticos trascendentales. Mientras la nación enfrenta amenazas externas, con barcos hostiles en el mar Caribe, sombras constantes del bloqueo torciéndonos los brazos, las más de mil ilegales sanciones unilaterales, y el dólar que sigue su ascenso diario, simultáneamente, ocurre que una persona que pidió invasión militar contra su país es galardonada con un premio por la Paz.

El contraste con la realidad tangible de la base, el ciudadano de a pie, es abrumador. En medio de los ejercicios de defensa integral realizados el fin de semana, nuestro equipo de acción social se enfocó en aportar “gotas de salud”, acciones micro-políticas de apoyo directo. El encuentro con Orlando, joven con condiciones especiales que es asistido por su hermano (otro niño con necesidades similares) —a la vez que su madre tiene que laborar para buscar el pan de cada día— subraya una complejidad social que desdibuja la línea entre cuidador y el cuidado. Esta escena genera interrogantes: ¿Quién cuida a quién? ¿Quién es el verdaderamente vulnerable y el realmente fuerte? 

Quizás la macro-política no alcance el estrado de grandes acuerdos de paz, pero las pequeñas y silenciosas acciones de solidaridad representan la auténtica sustancia de la política social, ésa que nutre la conciencia ciudadana en lo cotidiano. La paz no se mide exclusivamente en tratados internacionales o premios polémicos, se manifiesta también en pequeñas gotas de salud y solidaridad cotidiana.

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