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Melodía incompleta del campo

Oscar Humberto González Ortiz

La vitalidad del campo late al ritmo de una melodía muy popular entre los jóvenes, que expresa: dame más gasolina. Esta metáfora musical encierra entre sus letras una verdad; podemos contar con excelente planificación de periodos de siembra, buena elección de cultivos y análisis de suelo excepcionales, pero todo el esfuerzo se convertirá en una quimera si el combustible no fluye, y toda planificación será un ejercicio abstracto de no garantizarse el flujo constante de este recurso.

Al realizar dos preguntas que no son sólo técnicas también son políticas: ¿cómo lograr productividad en el campo, sin la obtención y distribución de este vital fluido? ¿Será una carrera de obstáculos para el productor, campesino o conuquero? La historia agraria muestra evolución constante; desde el conuquero con sus herramientas manuales hasta la comuna agrícola moderna, esa escala ha cambiado. Sin embargo, lo esencial permanece: la tierra requiere energía para ser productiva. Como se ha visto en otras geografías, la maquinaria es el músculo del campo contemporáneo, el tractor, cosechadora o pulverizadora autopropulsada representan tecnificación que optimiza el trabajo. 

Todas estas máquinas comparten una arteria común: el gasoil. Así, la pregunta sobre las facilidades para distribuirlo y adquirirlo trasciende lo logístico, transformándose en cuestión política fundamental; la distribución de este insumo define la capacidad productiva de la nación.

Mientras los jóvenes, mujeres y adultos mayores demuestran afinidad por el trabajo en el campo, la estructura de soporte falla, la planificación se vuelve entonces un ejercicio de fe; solicitar marcianos de martes simboliza la absurdidad de depender de soluciones fantásticas para problemas terrenales. El diésel es la sangre que recorre el organismo agrícola, sin una correcta distribución, el campo se paraliza, la siembra no avanza, perdemos ciclos de cosechas, resquebrajándose así la seguridad alimentaria. 

Por consiguiente, la falta de este insumo, o su adquisición a costos prohibitivos, no es un simple inconveniente logístico, es un paro cardíaco para la producción. Recordemos que la verdadera gasolina para prender los motores del campo no es únicamente combustible, es una política de Estado clara, eficiente y soberana que garantice el flujo de energía hacia quienes alimentan al pueblo.

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