¿Y la ética? QEPD
Por: Deisy Viana
Déjame contarte que está sucediendo...
"¡Ay de los que a lo malo dicen bueno, y a lo bueno malo; que hacen de la luz tinieblas, y de las tinieblas luz!" ( Isaías 5:20)
Esta semana me enteré que falleció. No hubo velorio, ni flores, ni lágrimas. Nadie se vistió de negro. Creo que ni cuenta se dieron de su ausencia. Pero yo sí me entristecí. Porque lo que murió no fue una persona. Fue algo más profundo, más invisible, más necesario: la ética.
La vi agonizar en la mirada nerviosa de un hombre mayor que, mientras grabábamos un video, me susurró: “Que yo no salga, que ando con otra mujer que no es mi esposa”. No era miedo a la cámara. Era miedo a la verdad. A que su doble vida quedara expuesta. A que su ética (si alguna vez la tuvo) se desmoronara en segundos.
La vi tambalearse en la sonrisa de una amiga que presume de ayudar a los demás, pero nunca pone un bolívar de su bolsillo. Ella realmente no da nada: solo gestiona. Recolecta de otros para luego posar como salvadora. Me pregunto, ¿Dónde termina la solidaridad y dónde comienza el show?
La vi desangrarse en el perfil de una influencer que, por un puñado de likes, expone cuerpos ajenos, vulnerables, rotos. Gente sin techo, sin ropa, sin voz. Convertidos en contenido. En carnada para el algoritmo. ¿Y la dignidad? ¿Y el consentimiento? ¿Y la ética?
La vi exhalar su último suspiro en la silla vacía de un compañero que, por flojera o desinterés, dejó de cumplir con su trabajo. No por enfermedad. No por crisis. Simplemente “no le provocó”. Mientras tanto, otros cargaban su peso. Y él, tan tranquilo, "andaba en otras cosas y no tuvo tiempo"
Y entonces me pregunté: ¿cuándo fue que la ética se volvió opcional? ¿Cuándo dejamos de distinguir entre lo correcto y lo conveniente? ¿Cuándo empezamos a aplaudir la viveza y a ridiculizar la integridad?
Vivimos tiempos donde la apariencia vale más que la coherencia. Donde el “yo no fui” se repite más que el “yo me hago responsable”. Donde la ética ya no es brújula, sino estorbo. Un estorbo que se esconde, se maquilla, se silencia… hasta morir.
Pero no todo está perdido. Porque la ética, aunque gravemente herida, puede resucitar. Si cada uno decide, en lo pequeño, en lo cotidiano, en lo incómodo, actuar con verdad. Porque como dice Isaías, hay de aquellos que confunden la luz con la oscuridad. Pero hay esperanza para quienes aún distinguen el resplandor de lo justo.
Hoy escribo este obituario no para resignarme, sino para despertar. Para recordarme (y recordarnos) que la ética no es un lujo de filósofos ni un adorno de discursos. Es el alma de una sociedad que quiere mirarse al espejo sin bajar la mirada.
¿Y la ética? QEPD… o tal vez no. Tal vez solo agoniza. Tal vez aún hay esperanzas.
