Tu Portal de Noticias

Published from Blogger Prime Android App


¿Nuevos Colonizadores?
Oscar González Ortiz

Mientras más dispositivos “inteligentes” nos rodean, más preguntas sin respuestas acumulamos. Ya las pantallas relucen con soluciones para elegir una película o calentar la leche, pero se apagan ante los niños que limpian parabrisas en el semáforo de la avenida… y ante eso me haré el ciego. Los influencers, nuevos sumos sacerdotes de la atención colectiva, predican sobre dietas y viajes, pero sus algoritmos ignoran a las niñas embarazadas que venden dulces en la autopista, ellas ya sin conciencia.

Esta contradicción no es casual: es el síntoma de una sociedad que confunde conexión con comunión, datos con sabiduría, likes con legados. Simón Rodríguez, el filósofo que enseñaba bajo árboles de mango, diagnosticaría nuestro mal: “Quieren máquinas que piensen por ellos, pero olvidan enseñar a pensar a sus hijos”.

La pregunta no es si la inteligencia artificial resolverá nuestros problemas, te pregunto: ¿hemos dejado de ser inteligentes para resolverlos nosotros?
De la espada de Bolívar al código binario: ¿Quién escribe ahora la historia?

En 1819, Bolívar cruzó los Andes con una idea fija: libertad. Hoy, navegamos con GPS infalibles, pero sin rumbo existencial, las aplicaciones dicen cómo llegar al restaurante, pero no cómo salir de la depresión. Las redes sociales miden nuestro engagement, pero no nuestro compromiso con el prójimo.

Este vacío tiene raíces profundas: la misma tecnología que prometió liberarnos nos coloniza con nuevas cadenas: algoritmos que deciden qué leer, sistemas de pago que rastrean cada compra, cámaras que vigilan mientras sonreímos. La Venezuela de 1823, recién independizada, temía el regreso de los barcos españoles, la de 2025 teme algo más abstracto: la colonización digital. Cuando el dinero sea sólo bits en la nube, ¿quién controlará el oxígeno financiero? Rodríguez, tutor de Bolívar y visionario, ya alertaba: “La peor esclavitud es no saber que se es esclavo”. En la actualidad, millones son siervos de plataformas que monetizan su atención.

Simón Rodríguez, en su Sociedades Americanas, pedía escuelas que enseñaran “a ser ciudadano, no súbdito”; hoy, esto implicaría alfabetizar en código y derechos digitales. ¿De qué sirve que un niño programe en Python si no entiende cómo los algoritmos manipulan su mente? La verdadera independencia tecnológica empieza cuando el usuario pregunta: “¿Quién controla mis datos? ¿Para qué sirven mis huellas digitales?” La economía de atención convierte los cerebros en minas de oro, cada hora en redes sociales extrae materia prima valiosa: tiempo, emociones, prejuicios y, sobre todo, miedos.

Mientras Bolívar luchó contra la esclavitud de cuerpos, nuestras próximas batallas serán contra la esclavitud cognitiva. Las armas: pensamiento crítico, educación humanista y la osadía de apagar el celular para mirar a los ojos de una persona. La inteligencia artificial no necesita de supercomputadoras, requiere únicamente de sistemas simples que: a) Prioricen derechos humanos sobre ganancias, b) Fomenten participación sobre consumo pasivo; c) Protejan identidades culturales sobre homogenización global. Las niñas de 12 años embarazadas no necesitan apps de monitoreo menstrual, necesitan sociedades que las valoren más allá de su útero; los niños en los semáforos no necesitan drones que les tiren monedas, requieren de escuelas que los rescaten del abandono.

Aquí, la tecnología es bisturí con punta de diamante, no cura, sólo corta. Puede ayudar, pero la solución late en políticas con corazón humano. En estos momentos necesitamos menos influencers y más “infiltradores” de esperanzas: maestros que enseñen a cuestionar algoritmos, ingenieros que construyan herramientas para la equidad, artistas que recuerden que un abrazo real vale más que mil reacciones. La independencia tecnológica será la próxima batalla; no se ganará con likes, se triunfará con códigos abiertos y mentes despiertas.

Como los llaneros que convirtieron el arreo de ganado en estrategia militar, hoy debemos domesticar la IA para que sirva al pueblo, no a nuevos imperios; el camino lo marcó Simón Rodríguez: educación radical, creatividad obstinada y la certeza de que ningún chip puede apagar la chispa de la dignidad.
Artículo Anterior Artículo Siguiente