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Heridas de dos imperios

Oscar Humberto González Ortiz

En la actualidad la historia del Caribe se está escribiendo entre asedios y resistencias. En el pasado, en aquellos tiempos enfrentábamos al Imperio Español, con sus ejércitos reglamentados y sed de colonia. Hoy enfrentamos a otro imperio, que intenta ejercer dominio con cañones y misiles en las costas, apoyados de cerros de papeles que decretan sanciones. Han impuesto más de mil medidas coercitivas, cercenando nuestra libertad de manera abstracta como dolorosa. 

Es complejo determinar de qué nos libran, si muchos de nuestros padecimientos son, precisamente, la consecuencia directa de querernos torcer el brazo. La lucha, por tanto, ha mutado de forma, mas no de esencia. Es la misma batalla por la autodeterminación, librada en un nuevo campo de batalla global donde la economía es el arma predilecta, y el bienestar social el botín. 

La memoria histórica nos transporta a aquellos escenarios de gloria y sacrificio; por lecturas realizadas, se sabe que el Ejército Libertador libró varias batallas en el sector La Puerta, entrando a San Juan de los Morros. Allí, incluso, perdió dos enfrentamientos. Es de imaginar la cantidad de combatientes muertos y heridos. Para estos últimos, los que sobrevivían al impacto del plomo español, el panorama era desolador. 

No existía un sistema de salud estructurado; la recuperación dependía de la medicina rudimentaria, herbolaria y abnegación de quienes, en haciendas o casas de campaña convertidas en hospitales de sangre, intentaban sanar las heridas con los escasos recursos a su alcance. La ayuda social de entonces era la solidaridad del compañero, el esfuerzo y coraje de quienes, sin título de médicos, ejercían la curación movidos por el ideal patriótico. La salud era un acto de guerrilla más, una resistencia dentro de la resistencia. 

La batalla silenciosa en los hogares 

En contextos similares, pero en épocas distintas, la guerra ahora se libra en la intimidad de los hogares. Esta semana visité varias comunidades, en un recorrido que revela el frente interno de este nuevo asedio. Visitamos a un joven que sufrió quemaduras de segundo grado, fue dado de alta del centro asistencial donde lo atendían, no porque estuviera curado, sino que le tocó enfrentar el sistema de salud estrangulado, que a la larga delegó los cuidados requeridos en la familia. Es complejo actualmente enfrentarse a cualquier percance de salud. 

Agradecemos a Dios por proporcionar las herramientas y personas que ayudan a ayudar, porque son la retaguardia que colabora en lo que se pueda. En el recorrido entregamos varios paquetes de pañales a un joven que anteriormente recibió una cama clínica y un colchón antiescaras; hasta el reportaje de prensa de hace diecisiete años cuando recibió esta ayuda fue ubicado. 

Entregamos también a cuatro niños de la comunidad de Vista Hermosa, útiles escolares con su respectivo bolso en la víspera del inicio del año escolar. Cada cuaderno y lápiz, es un acto de insurgencia contra el bloqueo que busca rendirnos por hambre, necesidades y desesperanza. Recibimos la información de los familiares de una niña que estamos ayudando en un centro asistencial; supuestamente se están portando mal en la institución de salud donde está recluida su hija. 

Interpreto que portarse mal es no contar con los recursos monetarios para pagar los exámenes que requieren; es compleja esta situación, muchos parece que nos portarnos mal por no contar con el dinero que se requiere para recuperar la salud. La medicalización de la pobreza es una estrategia efectiva de los nuevos imperios. 

Percibo en los recorridos la gran cantidad de niños, jóvenes y adultos mayores que batallan diariamente por un día más de vida en sus casas, dependiendo enormemente de la ayuda social. Personas que tienen años sin salir, viviendo en pequeños espacios, al lado de familiares que prácticamente no salen del hogar ya que deben realizar supervisión constante. 

Son los combatientes anónimos de esta guerra no declarada; la diferencia fundamental entre ambos momentos históricos radica en la naturaleza del enemigo y la tecnología del sufrimiento. El Imperio Español usaba balas de plomo que perforaban la carne,  el actual emplea sanciones que perforan el tejido social, enferman a la población y condenan a los más vulnerables a luchas diarias por la supervivencia. 

Sin embargo, en ambos casos, la respuesta ha sido la misma: la entereza del pueblo. Así como en aquella época independentista estaban médicos y personas heroicas, en la actualidad se encuentran algunos médicos y algunas personas estoicas ayudando solamente con el ideal de ayudar. Son los nuevos libertadores, sin espadas ni caballos, pero con la misma convicción inquebrantable de que la dignidad es el único territorio que jamás podrá ser sitiado por completo.


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