Plaza Los Samanes: Cuando el orden incomoda al caos.
Por: Deisy Viana
Déjame contarte que esta semana caminé por la renovada Plaza Los Samanes, ese rincón icónico de San Juan de los Morros que por años fue testigo silencioso del abandono, el desorden y la indiferencia. Hoy, gracias a la intervención de la Alcaldía del municipio Roscio, luce distinta: pintada, ornamentada, con semáforos funcionando y pasos peatonales visibles. Pero lo que debería ser motivo de celebración, ha despertado una inesperada ola de críticas en algunas personas.
Gente que murmura diciendo “no quedó bien”, que “se perdió la esencia”, que “eso no era necesario” "qué cultura es esa" Y uno se pregunta: ¿qué esencia defienden? ¿La del abandono? ¿La de los bancos rotos y los espacios sucios? ¿la cultura del desorden? Pareciera que hay quienes se sienten más cómodos en el caos, como si el orden les recordara que hay normas, límites y responsabilidades.
¿Por qué les molestan estos cambios? Desde la psicología social, este fenómeno tiene nombre: resistencia al cambio. Cuando una comunidad se acostumbra al deterioro, el intento de mejora puede generar incomodidad. El nuevo orden confronta viejas costumbres, y eso puede despertar rechazo, especialmente en quienes han normalizado el desorden como parte de su identidad colectiva.
Además, existe lo que se llama disonancia cognitiva: cuando las acciones de otros (como pintar una plaza o instalar semáforos) contradicen sus creencias o hábitos (como cruzar por donde sea o ignorar las señales), sienten malestar. En lugar de adaptarse, algunos optan por criticar, como mecanismo de defensa.
Pequeños cambios, grandes impactos
Lo que muchos no ven es que esta intervención ha generado efectos positivos inmediatos en el comportamiento de la ciudadanía: los peatones ahora cruzan por el rayado, los conductores respetan el semáforo, y la plaza comienza a recuperar su dignidad urbana. Claro, aún queda la lucha con los motorizados que circulan a alta velocidad, sin casco, con niños a bordo, sin luces ni retrovisores. Pero eso ya no es un problema de pintura y limpieza, sino de conciencia ciudadana.
¿Qué hacer con quienes siempre restan?
No se trata de silenciar la crítica, sino de educar en la crítica constructiva. A quienes solo se quejan sin aportar, hay que recordarles que el espacio público es de todos, y que mejorar no es sinónimo de elitizar, sino de dignificar. La plaza no es un lujo, es un derecho. Y defender su recuperación es también defender la salud mental, la seguridad vial y el sentido de pertenencia de los sanjuaneros.
Para quienes aún dudan del valor de la transformación, les dejo este versículo como invitación a mirar con otros ojos: “No te dejes vencer por el mal; al contrario, vence el mal con el bien.” — Romanos 12:21
Lo bueno hay que decirlo, la Plaza Los Samanes ha sido vencida por el bien. Que no nos venza la costumbre de ver el mal donde no lo hay, seamos parte de los que suman y desechemos el caos.