Tu Portal de Noticias

 



Lágrimas retardadas

Por: Deisy Viana

Déjame contarte que todo tiene su tiempo. Hay quienes caminan por la vida creyéndose invencibles. Con la frente en alto, el ego inflado y la certeza de que nada ni nadie podrá quitarles lo que tienen. Se rodean de aplausos, de lujos, de halagos que alimentan su vanidad. Miran hacia abajo, no para ayudar, sino para juzgar. Desprecian con palabras sutiles o gestos hirientes. Se burlan del que tropieza, del que no tiene, del que lucha con lo poco que le queda.

Pero la vida, esa maestra implacable, no firma contratos de eternidad. Y como una montaña rusa, lo que hoy está arriba, mañana puede estar abajo. El tiempo pasa...

Un día, sin previo aviso, el suelo tiembla. La salud se quiebra, el dinero se esfuma, las amistades falsas desaparecen. Y entonces, en medio del silencio y la soledad, esas personas que antes humillaban comienzan a buscar consuelo en los mismos rostros que despreciaron. Tocan puertas que antes cerraron con arrogancia. Imploran comprensión, afecto, perdón.

Y aunque el corazón humano puede ser noble y ofrecerlo, el daño ya está hecho. Las palabras que hieren no se borran. Las miradas de desprecio no se olvidan. Las lágrimas que ahora caen no compran el tiempo perdido ni reconstruyen lo que se rompió.

Porque nadie sabe lo que tiene… hasta que lo ve perdido.

Esta crónica no es una condena, sino un llamado. A la humildad. A la empatía. A vivir con los pies en la tierra y el alma despierta. Porque todos, en algún momento, podemos estar arriba o abajo. Y lo único que permanece es cómo tratamos a los demás.

“El orgullo del hombre lo humillará, pero el de espíritu humilde obtendrá honra." (Proverbios 29:23)

Que este versículo sea un espejo. Que nos recuerde que la verdadera grandeza no está en lo que tenemos, sino en cómo tratamos a quienes nos rodean. Porque al final, lo que sembramos en otros… es lo que cosecharemos en nosotros.

أحدث أقدم