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¿Pots Terapéuticos? El Secuestro del Like

Por: Deisy Viana

Hubo un tiempo —no tan lejano— en que los secretos se guardaban bajo llave. Literalmente; un diario íntimo, con tapas floreadas o de cuero gastado, era el confidente silencioso de adolescentes y adultos por igual. Allí se depositaban lágrimas, anhelos, frustraciones y sueños. Nadie más que el dueño de esa libreta tenía acceso a ese universo emocional. Hoy, en cambio, la catarsis se hace con WiFi, la conexión que desconecta de la realidad.

Vivimos en la era del posteo terapéutico: "Me sentí mal con tal cosa que me sucedió y lo dejo aquí para desahogarme" Y en el desahogo la dosis de amargura, veneno, falsedad y baja autoestima.  Las redes sociales se han convertido en vitrinas emocionales donde se exhibe desde el desayuno hasta la ruptura amorosa, desde el logro más íntimo hasta la herida más reciente. Lo que antes se susurraba en la almohada, ahora se grita en historias de 15 segundos. Y lo más alarmante: muchos ya no saben procesar una emoción si no es a través de una pantalla, insultan, juzgan, señalan sin medir consecuencias y así van perdiendo "la vida privada", se desvanecen los procedimientos para la resolución apropiada de conflictos. 

Desde la psicología, el exhibicionismo digital es un fenómeno que se asocia con varias conductas desadaptativas:

- Dependencia de validación externa: El “me gusta” se ha vuelto una droga emocional. Cada publicación busca aprobación, y su ausencia puede generar ansiedad, baja autoestima o sensación de invisibilidad.

- Comparación constante: Al ver vidas editadas y filtradas, muchas personas sienten que su realidad es insuficiente. Esto puede derivar en frustración, envidia o incluso depresión.

- Falsa identidad: Algunos construyen personajes digitales que poco tienen que ver con su verdadero yo. Esta disonancia entre lo que se muestra y lo que se es, puede generar vacío existencial y desconexión emocional.

- Pérdida del sentido de lo privado: Al exponer todo, se diluye el valor de la intimidad. Lo sagrado se banaliza, lo profundo se vuelve superficial.

La tecnología no es el problema. El problema es cómo la usamos. En lugar de aprovecharla para aprender, crear o conectar con propósito, muchos la han convertido en un espejo distorsionado donde buscan respuestas que solo se hallan en el silencio interior.

La Biblia, con su sabiduría atemporal, nos recuerda:

 “Todo tiene su tiempo, y todo lo que se quiere debajo del cielo tiene su hora... tiempo de callar, y tiempo de hablar.” (Eclesiastés 3:1,7)

Quizás este sea el tiempo de callar un poco y hacer lo correcto. De volver al diario con candado, aunque sea metafórico. De escribir para uno mismo, de sentir sin necesidad de publicar, de vivir sin narrarlo todo, sin usar las redes para destruir al otro. Porque no todo lo que se vive debe compartirse, y no todo lo que se comparte se vive de verdad.

Volver a lo esencial no es retroceder, es recordar quiénes somos sin filtros. Es rescatar el valor de lo íntimo, de lo auténtico, de lo que no necesita likes para tener sentido, de la tolerancia y el respeto. Que las redes no nos atrapen: que seamos nosotros quienes las usemos con conciencia, con propósito y con alma.

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