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¿Existe el 2026?

Por: Deisy Viana

Déjame contarte que cada vez que se acerca el final de un año, se escuchan las mismas frases, como un eco que se repite con la precisión de un reloj: “El próximo año sí lo logro”, “el próximo año todo cambiará”, “el próximo año me reinvento”, "el próximo año comienzo"... Y no puedo evitar preguntarme: ¿de verdad existe el próximo año? ¿O es solo un espejismo que inventamos para no enfrentar el presente?

El tiempo, como lo concebimos, es una invención humana. Lo dividimos en días, meses, años, como quien traza líneas en la arena para no perderse. Pero el alma no entiende de calendarios. El alma solo sabe de procesos, de heridas abiertas, de decisiones postergadas, de miedos que se camuflan de excusas.

Conozco personas que viven atrapadas en esa ilusión del “después”. Personas buenas, nobles, trabajadoras… pero que llevan años girando en el mismo punto. Sus vidas son un bucle: los mismos conflictos familiares, las mismas deudas, la misma rutina emocional. Y cuando les pregunto qué ha cambiado desde diciembre pasado, bajan la mirada. Porque lo único que ha cambiado es el número de año en el calendario.

¿Por qué nos cuesta tanto romper el ciclo? Porque cambiar duele. Porque decidir implica perder algo. Porque lo desconocido asusta más que lo insoportable conocido. Porque es más fácil culpar al calendario que asumir nuestra parte.

Y sin embargo, no todo está perdido. El “próximo año” puede ser real… si lo hacemos real. No por arte de magia, sino por voluntad. No porque el reloj marque las doce, sino porque el alma despierte. El cambio no llega con el brindis, llega con la conciencia.

La historia nos ha enseñado que lo que no se transforma, se repite. Y no hay nada más triste que ver a un pueblo, o a una persona,  tropezar una y otra vez con la misma piedra, mientras espera que el tiempo, por sí solo, haga el trabajo que le corresponde, mejor dicho: "esperando que la cosa se arregle".

Y sin embargo, no todo está perdido. Porque aunque el calendario sea una invención humana, la esperanza no lo es. La esperanza es una fuerza espiritual, una chispa divina que nos empuja a creer que sí es posible. Pero esa esperanza debe ir acompañada de conciencia, de acción, de voluntad.

Cómo está escrito “Aprovechando bien el tiempo, porque los días son malos.” (Efesios 5:16) Son tiempos difíciles en los que debemos activar la fe viva, con obras, con acción, porque la fé sin obras es muerta. Que esta víspera del 2026 no sea solo una cuenta regresiva con fuegos artificiales y promesas vacías. Que sea un alto en el camino. Una revisión honesta. Un acto de fe, sí, pero también de responsabilidad, una decisión viva. Porque el próximo año no existe y el tiempo no cambia nada… hasta que tú lo hagas existir, hasta que lo decidas cambiar.

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