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Oscar González Ortiz

La realidad geopolítica contemporánea parece haber migrado hacia una dimensión donde el Derecho Internacional es pieza de museo olvidada. Causa asombro observar a un mandatario actuar bajo la convicción de poseer súper facultades, ignorando prácticamente su propia Constitución para ejercer voluntad supranacional.

Este arquitecto del caos, vacilante ante su carta magna, abre puertas de lo que parece realidades paralelas, multiversos políticos donde las fronteras de legalidad desdibujadas son líneas de tiza que pueden borrarse a conveniencia; en ese universo alterno, el respeto por la soberanía y autodeterminación ajena se disuelven. 

Surgen pretensiones expansionistas disfrazadas de destino manifiesto: el vecino Canadá, espera convertirlo en futura estrella de su bandera; territorios como el Canal de Panamá, Groenlandia o golfo de México visualizados en simples terrenos de expansión, bajo lógicas de dominio anacrónicas con jugadas en escenarios donde los tableros presentan gran apetito imperial desconociendo límites geográficos y éticos. 

En uno de estos escenarios, el pueblo de Simón Bolívar, enfrenta agresiones continuas que trascienden la diplomacia: Los sobrevivientes de la pandemia global que resistieron la declaración de “amenaza inusual y extraordinaria”, sentencia política orientada a asfixiarnos, vemos la criminalización del liderazgo con epítetos de cartel, narcotraficantes o terroristas, ofreciendo recompensas millonarias como si fueran forajidos; autonombraron presidente y gobierno ficticios desde el exterior; el uso del dólar como arma política para doblar brazos, forma de guerra silenciosa que ignora la humanidad del adversario; confiscación de activos, congelamiento de reservas, apropiación de empresas, firmas de decretos, aranceles, será la forma de “disciplinarnos” con sanciones. ¿Pero quién se queda con todo lo retenido y confiscado que es arrebatado al pueblo venezolano?

El petróleo, minerales y tierra ahora no son nuestros, se transformaron en botines codiciados dentro de la narrativa distorsionada. Justificado el bloqueo total ya estamos en guerra no declarada en medios de escenarios de corsarios modernos que capturan tanqueros petroleros y cazan a seres humanos suspendiendo el Derecho Internacional y debido proceso jurídico. 

El objetivo es claro, someter mediante el aislamiento económico, y así vivamos un estado de sitio internacional. La autodeterminación de los pueblos parece haber tomado vacaciones decembrinas permanentes mientras poderes externos deciden quién lidera y quién comercia. ¿Por qué un pueblo soberano debe pedir permiso para existir? ¿A qué se debe el silencio de los foros globales y complicidad de la inacción?

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