La Era del Ego: Analizando la Epidemia Narcisista
Por: Deisy Viana
¡Yo no soy narcisista! Me dijo, y activó una reflexión profunda que deseo compartir para seguir despertando conciencias a través de las letras. Déjame contarte que el narcisismo, antes visto como un rasgo de personalidad individual, ha escalado hasta convertirse en un fenómeno estructural que sin darnos cuenta ha penetrado con sutileza en nuestras relaciones afectivas, nuestras dinámicas laborales y, de manera alarmante, en el campo político. Desde mi perspectiva como trabajadora social y especialista en sociología, observo cómo este trastorno—enmascarado muchas veces como liderazgo, seguridad o amor propio—ha transformado la forma en que interactuamos, afectando profundamente la salud emocional y social de nuestra comunidad.
En el amor es una sombra sutil, ha dejado de ser un espacio de construcción mutua para convertirse en una arena de poder. Las relaciones estables no son inmunes al narcisismo; más bien, este se disfraza de gestos románticos, complacencias y seducción. Las parejas se encuentran atrapadas en dinámicas donde uno de los miembros ejerce control a través de manipulación emocional, promesas vacías y juegos psicológicos. La víctima, en muchos casos, experimenta un ciclo de idealización y devaluación, en el que su autoestima queda completamente erosionada.
El resultado es devastador: ansiedad, confusión emocional y un profundo sentimiento de vacío. Las relaciones saludables deberían estar cimentadas en la empatía y el respeto mutuo, pero en una sociedad que exalta la individualidad extrema, el concepto de pareja como espacio de crecimiento conjunto se ha debilitado.
En el ámbito laboral prevalece la cultura del "explotador", el narcisismo ha evolucionado hasta convertirse en una estrategia empresarial. Los jefes o gerentes narcisistas, lejos de inspirar y construir equipos sólidos, generan ambientes de trabajo tóxicos en los que la explotación se justifica bajo la bandera del "éxito" y el "emprendimiento agresivo" y compromiso corporativo.
¡Para eso te pago! ¡Si quieres te retiras! Los empleados son vistos como herramientas desechables, como si ganarán para soportar tanto, su bienestar emocional pasa a segundo plano y la competencia interna se vuelve feroz. Se ha normalizado la cultura de la autoexplotación, en la que la entrega absoluta al trabajo es percibida como virtud, mientras que el equilibrio personal se considera una debilidad. En este modelo, el individuo debe adaptarse a una dinámica en la que el reconocimiento y la estabilidad dependen de su habilidad para complacer la visión del narcisista en el poder.
Si hay un escenario donde el narcisismo se exhibe con mayor descaro, es en el ámbito político: manipulación masiva. Las campañas modernas están diseñadas para seducir, manipular y encantar a las masas mediante discursos fabricados con precisión quirúrgica. Se ha perdido la conexión con la autenticidad y la honestidad; en su lugar, los políticos juegan con la percepción pública para consolidar su imagen, no como servidores sociales, sino como figuras admiradas.
El narcisismo político fomenta la polarización, la intolerancia y el fanatismo. Los seguidores no son considerados ciudadanos con capacidad de decisión crítica, sino admiradores cegados por estrategias de persuasión. En este juego de manipulación, el bienestar de la sociedad ¿para qué importa? solo necesitan su voto, se sacrifica en el altar de la imagen y el poder personal.
La naturalización del narcisismo tiene consecuencias profundas. Afecta la salud mental de individuos, destruye la confianza en las relaciones, afecta planes y proyectos de desarrollo, erosiona la ética empresarial e institucional y convierte el discurso político en una herramienta de manipulación salvaje e inhumana. Si no comenzamos a cuestionar estos patrones y a fomentar espacios de autenticidad y respeto, la estructura social continuará debilitándose.
Cómo siempre, para finalizar, dejo una reflexión que invita al análisis:
"Nada hagáis por contienda o por vanagloria; antes bien, con humildad, estimando cada uno a los demás como superiores a él mismo." — Filipenses 2:3 - Al final de la vida, las apariencias y cualquier tendencia narcisista quedará rodeada de soledad, sepultada junto a huesos secos y en el olvido: ¡Fin de la era del ego!