Desastres naturales, política y fe en tiempos de crisis
Por: Oscar González Ortiz
La historia de Venezuela está marcada por enfrentamientos contra fuerzas coloniales o políticas, como también contra sucesos naturales. La frase de Simón Bolívar en 1812, lo testimonia: “Si la naturaleza se opone, lucharemos contra ella y haremos que nos obedezca", expresada en un momento crítico: el terremoto que devastó Caracas durante la lucha independentista.
Este evento, junto a la Tragedia de Vargas en 1999 y las recientes inundaciones en Apure y Guárico, revelan patrones recurrentes: la vulnerabilidad ante fuerzas naturales, pero también la capacidad de respuesta, ya sea del pueblo, la acción gubernamental o la solidaridad colectiva.
La naturaleza como escenario político
Los desastres naturales no ocurren en el vacío. El terremoto de 1812 fue manipulado por realistas para afirmar que era "castigo divino" contra la independencia, mientras que Bolívar lo interpretó como un desafío a superar. Siglos después, en 1999, la Tragedia de Vargas coincidió con el referéndum constitucional en el periodo de gobierno del presidente Hugo Chávez, mezclándose la emergencia ambiental y social.
Actualmente, las inundaciones en los estados Apure y Guárico afectaron municipios como Páez, Rómulo Gallegos y Camaguán, por lo que enfrentan emergencias que van más allá de la capacidad local, requiriendo acciones coordinadas de solidaridad y logística —con ríos desbordados, carreteras cortadas y comunidades aisladas—, problemas los cuales plantean la siguiente pregunta: ¿son fenómenos inevitables de la naturaleza o consecuencias de decisiones humanas? La Biblia, en Eclesiastés 9:11, ofrece una perspectiva intrigante: "El tiempo y la suerte les ocurren a todos".
Este versículo sugiere que no todo desastre es un juicio divino, también puede partir de un mundo donde lo imprevisible existe; las lluvias torrenciales en Venezuela no son ajenas a esto: la deforestación, la urbanización descontrolada y el cambio climático agravan su impacto.
Solidaridad y acción: lecciones de la tragedia
A 25 años de Vargas, las lecciones son claras, la falta de planificación urbana y alertas tempranas exacerbaron la catástrofe; hoy, en Apure y Guárico, las respuestas incluyen distribución de alimentos, puentes provisionales y refugios, pero también revelan la necesidad de políticas preventivas frente a estos desafíos. La respuesta no puede continuar siendo sólo reactiva. La Biblia, en Proverbios 22:3, advierte: "El prudente ve el peligro y se esconde", un llamado a la preparación que trasciende lo espiritual para volverse práctica social. La fe, en estos contextos, no tiene que limitarse a consuelo pasivo, y vemos que Isaías 58:7 urge a "compartir el pan con el hambriento", un mandato que se materializa en brigadas de ayuda.
Pero también cuestiona: ¿cómo evitar que estos ciclos se repitan? La soberanía divina no excluye la acción humana; al contrario, la demanda, como escribió Pablo, la creación espera ser "liberada" (Romanos 8:21), y esa liberación comienza con decisiones terrenales: reforestación, infraestructura y justicia climática. En la República Bolivariana de Venezuela, la naturaleza ha sido aliada tanto como adversaria, por lo que reflexiono: “la verdadera obediencia a su poder no está en dominarla, se requiere entenderla”; Bolívar lo intuyó: la lucha no es contra la tierra, es contra la incapacidad de convivir con ella.
La historia de Venezuela, desde Bolívar hasta Chávez y más allá, muestra que el pueblo venezolano tiene la capacidad de levantarse ante la adversidad; frente a las inundaciones, esa fortaleza se pone a prueba nuevamente. La naturaleza puede ser implacable, pero la determinación humana, cuando se une en propósito, puede transformar las tragedias en oportunidades de renacimiento. Esa batalla sigue viva en cada calle inundada, puente construido, y en la política que se elija para prevenir en lugar de lamentar.