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Cuando el arado y el pizarrón eran sinónimos de patria

Por: Oscar Humberto González Ortiz

En estos días leí sobre la problemática del campo y la educación, por lo que me pregunte: ¿Como era la situación en la época de Simón Bolívar y Simón Rodríguez?. Posiblemente las respuestas puedan ser ubicadas en los textos para ver qué pasaba en décadas pasadas, esperando no encontrar una deuda histórica.

En los tiempos de la Independencia, mientras Simón Bolívar liberaba territorios - entre luchas, escribió: "Moral y luces son los polos de una república"-, mientras Simón Rodríguez liberaba mentes - clamaba: "Inventamos o erramos".- El primero entendió que las batallas se ganaban con fusiles, pero las naciones se construían con letras. El segundo, más radical, insistía en que sin educación popular, cualquier libertad sería un espejismo.

Mientras tanto, los campos venezolanos, repletos de cacao y café, sostenían la economía de la república naciente, el siglo XIX venezolano fue testigo de contradicciones: mientras las élites discutían constituciones, los campesinos sostenían el país con sus manos y las escuelas, escasas pero visionarias, seguían el modelo rodrigueano: "Enseñen a los niños a ser felices, no ricos".

Sin embargo, el petróleo del siglo XX trastocó ese equilibrio, la riqueza negra prometía progreso, pero a cambio vació los campos convirtiendo la educación en un privilegio urbano, por lo que Arturo Uslar Pietri advirtió: "Sembrar el petróleo" era un mandato para convertir la renta en desarrollo, pero la siembra fue superficial, el campo se abandonó, las escuelas se quedaron sin maestros y el petróleo se convirtió en una adicción.

Del barro a los bytes: ¿Puede la tecnología salvar lo que el petróleo destruyó?

Hoy, el campo venezolano clama bajo las lluvias y desidia, las inundaciones no son fenómenos naturales, son consecuencias de una tierra maltratada al no respetar en muchas ocasiones la naturaleza -se construye en cabeceras y bordes de ríos, llegando a desviar cauces para desarrollar proyectos habitacionales-, los fertilizantes escasean, campesinos envejecen y jóvenes huyen.

En las ciudades, las escuelas repiten el mismo drama: aulas sin profesores ni maestros, estudiantes sin herramientas. Las misiones educativas y agrícolas creadas por Hugo Chávez a principios del siglo XXI intentaron revertir el abandono. La “Misión Robinson” alfabetizó, la “Misión Zamora” redistribuyó tierras, pero el modelo dependió más del petróleo que de la innovación, por lo que, sin tecnología ni créditos, muchas volvieron al barbecho. Ahora, con la economía fracturada, podemos preguntar: ¿Pueden la inteligencia artificial y redes sociales replantear el futuro del campo y la educación?

Responderé desde lo inédito:

Agricultura 4.0: Imaginar drones monitoreando cultivos arroz en Calabozo, alimentando datos a una red de campesinos que aprenden a predecir inundaciones mediante aplicaciones en sus teléfonos y Blockchain para rastrear las cosechas de maíz y evitar intermediarios abusivos.

Escuelas Técnicas Agroindustriales: Un modelo donde los liceos rurales enseñen agricultura sostenible, combinando el legado de las misiones educativas con técnicas modernas de cultivo.

Banco de semillas comunitarios: Rescatar variedades autóctonas de maíz, cacao y café, vinculando a universidades con campesinos para evitar la dependencia de insumos extranjeros.

Redes sociales como herramientas de organización: Grupos de WhatsApp donde agricultores intercambien conocimientos o TikTokers rurales enseñando técnicas de riego con videos de corta duración. Sin embargo, la tecnología no es varita mágica, sin electricidad estable, acceso a dispositivos y políticas claras, los bytes se quedan en promesas vacías.

Bolívar y Rodríguez no hablaron de algoritmos, pero sí de autonomía. La inteligencia artificial podría ser útil, si se entiende como herramienta, no como salvación. El petróleo nos enseñó que la riqueza fácil corrompe, la lección actual es más compleja: ni el oro negro ni los datos digitales valdrán algo sin manos que cultiven y mentes que enseñen. Las redes sociales pueden conectar, pero el verdadero cambio nace cuando los pueblos usan esas conexiones para organizarse, exigir y crear. La lluvia sigue cayendo del cielo, pero ahora también llega en forma de información, el desafío es evitar que se evapore sin nutrir la tierra: Sin campo y sin educación, no hay patria, inventemos nuevos surcos.

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