Espejismos en el mar Caribe: Soberanía en gas
Oscar González Ortiz
La coexistencia de patrullajes aéreos y licencias energéticas abre dilemas geopolíticos: ¿transitamos de ser “amenaza” a socio estratégico de conveniencia? La reciente autorización de Estados Unidos a Trinidad y Tobago para reanudar la exploración gasífera con la República Bolivariana de Venezuela, sumada a la continuidad de los acuerdos con la empresa Shell, configura escenarios geopolíticos de notable complejidad. Esta aparente distensión en el ámbito energético contrasta con la persistente escalada militar en el mar Caribe, donde helicópteros estadounidenses patrullan aguas cercanas.
Dicho contorno invita a reflexionar sobre la real percepción internacional de la amenaza venezolana. Pareciera que la categoría de “amenaza inusual y extraordinaria”, otrora esgrimida con vehemencia, se desvanece ante la imperiosa necesidad de acceder a las reservas de hidrocarburos que posee la nación. ¿Para los aspectos petroleros y gasíferos, dejamos de ser amenaza inusual y extraordinaria? ¿Buscarán controlar los hidrocarburos del país?
En consecuencia, la pregunta central no radica en la existencia de la amenaza, sino en su naturaleza mutante. El objetivo estratégico permanece inalterable: el control de los recursos energéticos. No obstante, los métodos evolucionan, tenemos paz en Oriente Medio, proclaman en Egipto, en otro país que pertenece al espacio económico europeo “entregan premio por la paz”, y aquí mantienen el férreo bloqueo económico contra Venezuela en desnuda contradicción insoslayable.
Un auténtico premio a los esfuerzos de paz globales podría haberse materializado con la eliminación de las más de mil sanciones unilaterales y bloqueo económico, medidas que fomentaría la estabilidad regional. Sin embargo, no hubo candidatos políticos para esa visión equitativa, por lo que, al conmemorar los 533 años de resistencia indígena, encontramos resonancia potente en el presente.
El pueblo venezolano, heredero de esa lucha ancestral, continúa en pie de lucha, preparándose cada día en la defensa integral. Su resistencia moderna no se libra contra espejitos de colores, se orienta contra ilusiones de dominación económicas y geopolíticas. Los nuevos colonizadores no arriban en carabelas de madera, están al frente, en naves de guerra y a través de complejos instrumentos financieros y diplomáticos. La defensa de la soberanía petrolera y mineral es, en esencia, la misma batalla por la autodeterminación. Se trata de una lucha por evitar el despojo moderno, demostrando que la conciencia soberana es el recurso natural más valioso e inalienable.