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Lo que pudo ser un incidente menor, unos tragos para celebrar con “amigas” el posible éxito del Plan de la Ayuda Humanitaria que numerosos países habían concentrado en Cúcuta, Colombia, y que sería ingresado a Venezuela desde el 22 de febrero del presente año, con la participación directa de Juan Guaidó, presidente de la Asamblea Nacional, apenas muestra las primeras pistas del mayor escándalo de la política venezolana del siglo pasado y lo que va del Siglo XXI.

Las “chicas” de la fiesta del Hotel Penélope, hospedaje de mala muerte, como se le dice popularmente a estos antros de baja categoría, resultaron no ser, según se desprende de las investigaciones de la Fiscalía de Colombia, mujeres sino transformistas que habían cambiado de sexo; el cliente principal, el diputado venezolano Freddy Superlano, nada menos que presidente de la Comisión de Contraloría de la Asamblea Nacional, a quien le “tumbaron” 250 mil dólares en efectivo que cargaba, monto inexplicable que pueda portar un funcionario de esa categoría, y donde resultara muerto su primo y asistente Carlos José Salinas, luego de que ambos consumieron “burundanga” y licor con sus agraciadas acompañantes de las que aún, después de casi un año, nada se sabe.

A partir de allí, un escándalo será mayor que el otro, pese a que del mismo tenían conocimiento el dueño de la secta Voluntad Popular, Leopoldo López, y su máximo representante público Juan Guaidó, alertados por su representante en Bogotá, Humberto Calderón Berti, y a quien ninguno de los dos le prestó atención y por el contrario optaron por despedirlo sin considerar de quién se trataba.
Y como si fuera una película de aventuras, de la “burundanga” y los transformistas de Freddy Superlano, se saltó sin mayor esfuerzo a la desaparición de miles de dólares destinados para asistir a los militares venezolanos que se habían sumado al plan de Guaidó y habían desertado de las Fuerzas Armadas.

Alojados en residencias, pensiones, moteles e incómodos hoteles, los militares, muchos de ellos con sus familias e hijos, fueron siendo desalojados porque nadie de Voluntad Popular aparecía con los dólares para cancelar las deudas.

Sonaron entonces los nombres de los líderes de la secta de Leopoldo López: Gaby Arellano, Lester Toledo, Sergio Vergara, Kevin Rojas y Rossana Barrera, todos enriquecidos de la noche a la mañana y denunciados por diferentes medios de haberse adueñado de los cientos de miles de dólares producidos por el concierto “Venezuela aid Live”, y de la ayuda humanitaria, tanto en dinero en efectivo como de los productos que en físico fueron ingresados por los “caminos verdes” a Venezuela y son revendidos sin ni tan siquiera un mínimo control sanitario. Uno de los denunciantes fue el propio Monseñor Mario Moronta.

“Estados Unidos y la Unión Europea deberían hacer una investigación para saber a quién se les entregan los recursos”, clamó el obispo de la Diócesis de San Cristóbal en el estado Táchira.

Pero el “Escándalo Cúcuta” dio otro salto cuando el propio presidente de el Asamblea Legislativa, Juan Guaidó, apareció fotografiado con lo más granado del feroz grupo paramilitar de la frontera colombo-venezolano en el estado Táchira, el poderoso grupo de bandoleros, asaltantes y criminales conocido como “Los Rastrojos”.

Voluntad Popular no es una secta, como la describe Humberto Calderón Berti, son más bien una banda de forajidos, advirtió el analista político Juan Carlos Gutiérrez, de la Escuela de Estudios Políticos de la UCV.

Con la denuncia del representante de Leopoldo López y Juan Guaidó en Bogotá, el geólogo y experto petrolero Humberto Calderón Berti, se ha iniciado un tsunami de proporciones aún desconocidas, que comenzó este pasado 29 de noviembre, y que en sólo horas llega ya la destitución y expulsión por causas de corrupción del diputado Freddy Superlano, presidente de la Comisión de Contraloría de la AN. Apenas sancionados por parte de la directiva de Primero Justicia, los diputados Luis Parra, Conrado Pérez, y José Brito.

Por su parte Un Nuevo Tiempo decidió separar de sus cargos a los diputados Héctor Vargas, Chaim Bucarán y William Barrientos.

Aún no se sabe a ciencia cierta si son todos los que son. La estrepitosa caída de las preferencias de Guaidó, las peleas a cuchillo de Voluntad Popular, Primero Justicia y Un Nuevo Tiempo, primero entre ellos mismos y luego de todos contra todos, pone en entredicho gravemente hacía donde buscan dirigir el país estos grupos.

Fuente: El Parroquiano
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