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Rompiendo Silencios: Una Sociedad Cruel Ante el Espejo de la Intolerancia

Por: Deisy Viana

"Ella sobresale en todo, alumbra mucho, hay que sacarla de cualquier forma", "el tío de esa niña es un asesino, no deberían aceptarla en esta escuela", "a ese niño lo acosan porque tiene orejas grandes, deberían cambiarlo de Institución", "si ella se pensaba separar de él su deber era mudarse lejos donde nadie la conozca", "mi abuela está muy viejita, necesita cuidados, hay que conseguirle un ancianato"...  Déjame contarte que estas frases fueron dichas en contra de personas que deben confrontar un doble dolor, el primero causado por el conflicto o situación que enfrentan y el segundo producto de los maltratos que profiere una sociedad insensible.

En un mundo ideal, la sociedad sería un refugio de apoyo y comprensión. Sin embargo, la realidad dista mucho de este ideal. La estigmatización, los juicios de valor y las críticas destructivas son monedas corrientes que pagan a quienes se encuentran en situaciones de vulnerabilidad, como la violencia familiar, el acoso laboral, el bullying, el abandono, la separación o la infidelidad.

Desde una perspectiva sociológica, estas actitudes reflejan una falta de cohesión social y una desconexión con los valores éticos fundamentales. La axiología, o estudio de los valores, nos enseña que cada individuo merece respeto y empatía, independientemente de las circunstancias que enfrenta. Sin embargo, cuando la sociedad opta por la crueldad en lugar de la compasión, se perpetúa un ciclo de sufrimiento y se ignora la dignidad inherente de cada persona.

Las víctimas de estas situaciones a menudo se encuentran en una doble encrucijada: luchan contra las adversidades de su entorno y, al mismo tiempo, contra el peso de un estigma social que las margina aún más. Este estigma no solo les inflige un dolor adicional sino que también obstaculiza su capacidad de buscar ayuda y recuperarse.

Es crucial recordar que detrás de cada situación hay personas inocentes, muchas veces niños y jóvenes, que no tienen la culpa de las circunstancias que les toca vivir. Son seres humanos con sueños, esperanzas y el derecho a un futuro mejor. La sociedad debe ser un pilar de fortaleza para ellos, no una fuente adicional de dolor.

La crueldad de la sociedad se manifiesta de muchas formas: el rechazo, la burla, la indiferencia, la difamación, entre otras. A veces, incluso las palabras más simples pueden causar heridas profundas. ¿Cuántas veces hemos escuchado frases como "supéralo" o "deja de llorar"? Sin embargo, estas palabras no sanan, sino que agravan las cicatrices.

La empatía es la medicina para estas heridas. Escuchar sin juzgar, abrazar sin condiciones y comprender sin prejuicios. Cada uno de nosotros tiene el poder de aliviar el dolor de alguien más. No necesitamos ser héroes, solo ser humanos.

Para sensibilizar y concientizar sobre este problema, es esencial fomentar la educación y la comunicación abierta. Debemos enseñar a las nuevas generaciones el valor de la empatía y el respeto por la diversidad de experiencias humanas de las que nadie escapa. Solo así podremos construir una sociedad más justa y compasiva.

Por amor a la justicia, debemos ser la voz de quienes no tienen voz y  defender los derechos de todos los desfavorecidos, tal como se instruye en este Proverbio: "Abre tu boca por el mudo, Por el derecho de todos los desvalidos. Abre tu boca, juzga con justicia, Y defiende la causa del pobre y del necesitado." (31:8-9)  Es un llamado a la acción para que cada uno de nosotros sea un agente de cambio positivo en esta sociedad que no sabes cuándo arremeterá contra ti con toda su crueldad.

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